De todo se puede escribir, hay que abrir los ojos, estar atentos, observar lo que pasa alrededor y luego editar, borrar, agregar, y ver qué vale la pena contar de todo lo que escribimos.
Porque todos podemos “aprender” a escribir. Y aprender a escribir no es solo saber de gramática y de sintaxis es aprender a leer y interpretar y también a relacionar contenidos.
Para escribir literatura podemos pensar como disparadores el miedo, el deseo, el “qué pasaría si”, la capacidad de asombro, el absurdo, lo inesperado, los sueños, las conversaciones ajenas, las noticias, etc.
A la hora de escribir es difícil huir de lo autobiográfico. Para crear es útil hacer un Frankenstein, es decir, dar vida a un personaje con una mezcla de aquellos rasgos de gente que conocemos y nos llamaron la atención. También podemos utilizar este concepto para armar una historia con pedazos de ideas.
En ficción es recomendable hacer partícipe al lector, usar el humor y lo inesperado. Como define Pedro Mairal, “el factor perro”. Este concepto entiendo que inventado por Mairal me pareció súper útil y original. Lo escuché en una entrevista en “Aprender de Grandes”, el ciclo de Gerry Garbulsky. Pedro cuenta que en una parte de su novela La uruguaya el protagonista tenía pensada con todos detalles la cita con una chica: había elegido el restaurant, había reservado un cuarto en un hotel y la chica llega con un perro… ¡y chau plan! Es decir, tener presente siempre lo que le puede pasar a los protagonistas. Armar un esquema de una novela o un cuento y luego hacer que sucedan cosas inesperadas.
También, mientras estamos escribiendo una novela, un ensayo, ciertos factores se nos acercan, se presentan, por ejemplo, lecturas que nos son de utilidad, aquellos libros que estaban hace años en nuestra biblioteca y ahora los vemos. Los libros nos esperan, sin dudas.