Primera parte de algunos de mis microrrelatos de cosas cotidianas.
Bio
Soy la de los ojos cansados como el culo de un jinete.
3 pm de un día de verano en el campo
En el talenque, el capataz con un cigarro en la boca y arrugando su frente, cincha su zaino.
Al lado, una yegua gorda suspira inflando su panza venosa.
Enfrente, un caballo recién tuzado levanta sus cascos, uno primero y otro después.
En el corral, los chicos, entre los tres, a pie, arrean a la tropilla que entra, cansada, en el corralito redondo.
En el lote del costado, un señor con gestos lentos le pone el bozal a su caballo.
Una chica en el monturero le toca el hocico a su yegua arisca.
Un joven se acerca llevando a tiro a su tordillo.
Dos chicos llegan, apurados, en sus bicis que dejan caer al lado del galpón.
Suena la campana.
El camino de los libros en una biblioteca
Pides un libro y alguien lo escribe en un papel que viaja por un conducto 11 pisos abajo para que otra persona deje que su té se enfríe para buscarlo en el depósito, un lugar a donde no llega la luz del sol, lleno de estanterías con libros clasificados por temas, por autor, por editorial, por tamaños, por color… Después de pelearse con su compañero desordenado, lo encuentra. Piensa en que es único e irrepetible y en que alguien lo ha escrito [Y en que lo quiere leer].
Lo toma y lo pone en el montacargas.
Llega a tus manos.
Ve la luz del sol.
Viaja en tu bolso.
Lo abres en el tren. Se activan tus neuronas espejo y viajas [gratis] al castillo de Drácula en Transilvania.
Lo dejas en el buzón de la biblioteca.
[Camino inverso].
Vuelve a su lugar.
Lagartija
Le robaron el bolso de sus pies en el cine. Sospechan del enano.
Vida útil
Algunas van probando con uno, con otro, con otro,
y otro.
Algunas elijen por marca.
Otras leen las etiquetas.
Algunas encuentran uno que les gusta
y no lo cambian por nada.
Otras lo tienen ahí,
pero siguen buscando a ver si encuentran otro mejor.
Algunas tienen varios y los intercalan.
Otras, no saben bien porqué, pero lo dejan.
Algunas se copian de sus amigas.
Otras buscan los que no existen,
los que ya no están en el mercado.
Otras se quejan, pero no se animan a cambiarlo.
Algunas piden recomendaciones al peluquero.
Otras no dejan que el peluquero opine.
¿Vos cuántos shampoos tenés? ¿Ya encontraste el tuyo?
Volveré
Antes de que desarmen la biblioteca y repartan las fotos. Antes de que desarmen lo que alguna vez fue para que pase al olvi…
El hilo negro
Fui al baño a hacer pis y un hilo negro no paraba de salir de ese agujero. Tuve que tirar y tirar hasta que por fin salió.
Cutre
—Por favor Maria tienes que sacar la leña que has dejado en la escalera, ya te comenté que no es posible dejarla allí. Además, has tapado las ventanas que dan a la planta baja y han quedado totalmente a oscuras.
—¿Con quién quiere hablar? EQUIVOCADO.
Odios absurdos (o no tanto)
Detesto que hablen con la boca llena,
Detesto los comentarios con maldad,
Detesto las preguntas irónicas,
Detesto que me digan que algo «hace ruido»,
Detesto que me digan que algo es urgente,
Detesto que se hagan los distraídos a la hora de pagar,
Detesto el pesimismo,
Detesto que me pregunten si estoy cansada,
Detesto que me digan «esto se hace así».
*Fuck you, man!
—Eres más bonita cuando sonríes.
—¿Qué te pasa, imbécil?
Migas
Llegué primera y me senté en la mesa que había reservado el laboratorio. Al rato empezaron a llegar los doctores. Me paraba a cada rato: “¿Qué tal, cómo le va?”, “El gusto es mío”, y les tendía mi mano como si fuera un robot. El vino lo elegimos Felipe y yo. La noche siguió su curso, todo muy ameno, hasta que me preguntaron por el proyecto. Empecé a transpirar en exceso y allí debutó este trastorno. De golpe de mis dedos sudados salían hormigas. Estaban vivas y marchaban en fila. Tanteé la servilleta de mi falda y sin moverla demasiado le clavé mis garras con todas las fuerzas para impedir que salieran a la luz. Me sentí con la torpeza del joven manos de tijera. Noté que mi frente estaba empapada. De repente surgían de las sienes. Me tomé la cabeza con ambas manos como si tuviera migraña y aplasté a una docena. Nadie me miraba. Tosí. Agarré mi cartera y me fui como quien va al baño.
Migrar
La cama se sacude. Es como si él se conectara con vidas pasadas o futuras. Es como un éxtasis. Es como una afeitadora eléctrica que se enreda en las sábanas. Y yo a su lado, velándome, con mis dos brazos a los costados. Él podía ver el futuro y mañana me dejaría. ¿Por qué? Me fui. Abandoné mi cuarto como si hubiera un terremoto o un simulacro. Me fui con lo puesto y nunca más volví.
Protección de datos
—Estrella Radiante, buenos días.
—Hola, quería preguntarles si es posible rastrear una compra que hice, porque estoy con problemas de memoria y vi en mi extracto de la tarjeta una cifra que no recuerdo…
—Enseguida señora, dígame su nombre.
—María Esther Velázquez…
—Mmm, con ese nombre no figura en nuestra base de datos… ¿Rafael Velázquez?
—Claro, ¡es mi marido!
—Bien, disfrutará entonces del collar de oro modelo Florentina.
—Ajá.
—Tiene suerte de tenerlo porque se agotó durante la pandemia. Todas querían verse bien de la cintura para arriba por esto de las videoconferencias, el zoom, ¿vio?… Y también el mes pasado me figura un anillo de diamantes.
—Claro, pero estoy divorciada.
Foto: Gentileza de ©Catalina Leonard