El dinero y nuestra «biografía económica»

El dinero y nuestra "biografía económica", relato de María Jaeschke

Nunca me detengo a pensar en el dinero, pero hoy sí; pienso en mis tres hermanos varones, pienso en que el hecho de que el mayor sea más austero y el menor, demasiado derrochador quizás tiene que ver con que mi madre al final estaba más holgada de dinero y no así de tiempo y por esa razón le dio todo, para compensar su culpa, quizás el más chico vivió otra realidad, para él no existía el “¿puedo?”; pienso en mi otro hermano, el que no nombré, que ahora enseña a otros a invertir, pienso en su innato desapego del dinero, que era capaz de darme todos sus ahorros: “¿no te querés comprar nada?”, le preguntaba, “no”, respondía él; pienso en cómo se hablaba en la casa de mis padres sobre la plata, si se permitían gustos, si ahorraban, si decían “esto costó tanto”, si pensaban en el dinero como algo bueno o como algo malo, si jugaban al loto porque “no podemos dejar de jugar ahora”, si había peleas por dinero, si pensaban en la jubilación, si preguntaban “¿cuánto gastaste?”, si había una alcancía, si decían “en la mesa no se habla de plata”, si hablaban en código sobre las deudas, si decían “el dinero no crece de los árboles”, si hablaban de la hipoteca, si decían que los ricos eran ricos porque cagaban a los pobres, si decían que había que ahorrar para los tiempos malos, si gastaban más de lo que tenían, si nos compraban paquetes de figuritas, si nos decían “no soy Rockefeller”, si compraban en cuotas, si invertían, si decían que el dinero trae la felicidad, si mentían sobre los precios que pagaban, si prestaban plata, si decían “elegí lo que quieras”, si en la juguetería decían “solo mirar”, si decían “sabés cuánto sale tu colegio”, si se privaban de hacer cosas, si compraban los zapatos tres números más grandes que se nos salían cuando saltábamos a la soga, si pedían un descuento, si viajaban, si contaban que viajaban, si decían “no tengo la gallina de los huevos de oro”, si contaban la plata a cada rato, si comían afuera, si daban limosna en la iglesia, si mostraban la limosna antes de meterla en la canasta, si nos daban un sobrecito para el cumpleaños, si nos decían que la mortaja no tiene bolsillos; pienso también en el final del cuento “La fiesta ajena”, de Liliana Heker, en cómo el dinero puede romper la ilusión de un niño; pienso en el proceso de aprendizaje, en cómo aprendemos a usar elementos, a escribir con una pluma, a comer con cubiertos, a atarnos los cordones, a lavarnos los dientes, pero el dinero y nuestra relación con este es algo que se nos impone; pienso en el rechazo que me genera ver a un chico hablando de dinero, y pienso en cómo de un mismo techo pueden surgir cuatro concepciones tan distintas sobre el dinero.