Sir Pablo De Santis

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El escritor Pablo De Santis fue elegido por decisión unánime de los miembros de la Academia Argentina de Letras para ocupar el sillón Martín Coronado, vacante desde el fallecimiento de José Edmundo Clemente en 2013.

Si bien su incorporación como académico se produjo el día en que manifestó su aceptación (en la sesión plenaria celebrada el 25 de agosto de 2016), se cuenta con un plazo amplio —que no puede exceder los dos años— para llevar a cabo el acto formal. Por lo tanto, casi diez meses después, el jueves 22 de junio de 2017, fue recibido formalmente como miembro de número de la honorable Academia en un acto realizado en el Palacio Errázuriz. Luego del discurso inaugural brindado por el presidente de la institución José Luis Moure, el académico Antonio Requeni pronunció unas cálidas palabras de bienvenida. A continuación, De Santis brindó su disertación: “Libros prometidos: una biblioteca interrumpida”, un discurso original y colmado de datos muy interesantes sobre los libros que no llegaron a concebirse. Más allá de su erudición, la elección del tema no es casual: esta nos lleva a pensar en los niños, en los jóvenes, en los sueños, en las metas, en lo que uno imagina o planea ser o crear. Al preguntarle sobre sus libros prometidos, reveló: “Una enciclopedia de la literatura fantástica, que escribo desde hace tiempo. También me gustaría cerrar el ciclo de novelas policiales que empecé con El enigma de París y seguí con Crímenes y jardines. Tengo escrita una tercera novela, que transcurre en Roma, y me gustaría cerrar la historia del detective Salvatrio con una cuarta”.

El escritor

En una entrevista que le hicimos a De Santis, conversando sobre las ideas que quedan perdidas, nos cuenta lo que piensa sobre el tratamiento de la escritura: “Hay un primer momento en que la escritura es irresponsable y desorganizada; otro momento en que uno ya tiene que darle forma al texto y pensar en un posible lector, y un tercer momento que es la publicación. Cada momento tiene sus entusiasmos y decepciones; ese vaivén neurótico es común a todos los escritores, y la vanidad que nos caracteriza es la máscara de la inseguridad que sentimos al dar a leer lo que escribimos. Trato de no mezclar estos momentos y de separarlos en el tiempo. Me acuerdo de que Carlos Nine, extraordinario ilustrador e historietista, me dijo una vez que el secreto de la acuarela —su técnica favorita— era dejar fluir el agua, pero saber dónde hacerla parar. Ese agua que arrastra los pigmentos y que uno no sabe muy bien hacia dónde va me parece una buena metáfora del primer instante de escritura”.

Estamos frente a un escritor de una gran versatilidad de géneros y de públicos; sin embargo, sus desafíos van más allá de las etiquetas:  “Me siento bien cuando empiezo a descubrir en algo que escribo algunas simetrías; que el caos empieza a organizarse, que hay una estructura debajo de la peripecia, una identidad debajo de las máscaras de los personajes. A la vez me gusta cuando siento que algo puramente imaginativo, y completamente alejado de mi experiencia de vida, me refleja, o refleja cosas que me pasaron en algún momento. Uno juega a las escondidas con la ficción”.

Sobre la Academia

La Academia Argentina de Letras distingue a sus miembros (llamados académicos) en numerarios (de número), honorarios y correspondientes. Un académico de número es un representante destacado de la intelectualidad argentina, consagrado en conformidad con los objetivos expuestos en el estatuto que rige la institución, con el fin del cultivo y la  promoción de las letras, sea en una orientación artística (literatura) o en una científica (filología, gramática, lexicología, etc.).

La mecánica. Los miembros se reúnen jueves por medio; allí, uno de los académicos expone un trabajo. Esta es la rutina pero, además, hay otras actividades: los certámenes literarios, la organización de los premios que se otorgan, la relación con otras academias, entre otras tareas.

Los sillones. Existen veinticuatro sillones académicos que tienen como patronos a escritores argentinos como José Mármol, Nicolás Avellaneda y Miguel Cané, por citar a algunos. “No hay relación necesaria entre el nombre que apadrina el sillón y el eventual académico elegido para ocuparlo. No está establecido ni en el estatuto ni en el reglamento cómo se deben ocupar los sillones. Por tradición se van ocupando por orden de su vacancia (por fallecimiento o pase a situación de honorario de alguno de los miembros). En algún caso, se han ocupado por otros temas: en su momento, a Alicia Jurado se le otorgó el sillón Juan Bautista Alberdi porque lo había ocupado Victoria Ocampo, que había sido la primera mujer académica, pero es un caso excepcional”, nos cuenta el actual presidente de la Academia José Luis Moure.

La votación. En la elección de un nuevo académico, hay tres instancias previas a la votación. La primera es la presentación del candidato por medio de una carta que debe estar firmada por cuatro miembros de número. La segunda es el envío a los académicos de los antecedentes del candidato postulado. Por último, la tercera es la defensa u elogio de la persona propuesta, a cargo de uno de los académicos firmantes, quien responde a las preguntas que los miembros deseen formularle.  La votación se lleva a cabo en otra sesión —que es secreta— y cada académico presente debe escribir en una tarjeta ensobrada su aceptación, rechazo o voto en blanco.

 

Las propuestas solo pueden ser hechas por académicos y deben fundarse en los méritos del candidato.  Las sugerencias externas están específicamente prohibidas por el reglamento de la Academia.

Tanto en la postulación como en la elección de los miembros, se procura que los candidatos vayan cubriendo las distintas orientaciones incluidas en los intereses temáticos de la Academia: la literatura en sus distintos géneros y expresiones y la lengua en sus diferentes aspectos filológicos y gramaticales.

Y así es como surgió él.

 

Por qué Pablo

Licenciado en Letras, ha trabajado como periodista y guionista. Es autor de varias novelas, ensayos, historietas y libros para adolescentes. En 2008, la Academia le otorgó el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras por su libro El enigma de París. Además, ha recibido muchas distinciones como el premio Konex de Platino en Literatura Juvenil en 2004; fue seleccionado por la alija (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil Argentina) como candidato para el premio Hans Andersen 2017. Este es el más alto galardón otorgado en la literatura infantil y juvenil, y se concede como reconocimiento a la contribución excepcional de la obra de un autor en este campo.

 

Así como en Brasil Ana María Machado ha sido la primera mujer y la primera escritora de LIJ (literatura infantil y juvenil) en ser miembro de la Academia Brasileña de Letras, en Argentina, “ningún académico o académica que yo conozca se ha especializado en literatura infantil o juvenil, pero en la producción de algunos, como Santiago Kovadloff o Antonio Requeni (este último colaboró en Billiken) existen composiciones de ese carácter. También en el pasado, Conrado Nále Roxlo escribió obras como La escuela de las hadas, concebido para ese público lector. La incorporación de Pablo De Santis, y parte importante de su obra, vienen a cubrir ese espacio de manera más diáfana”, declaró Moure.

Según De Santis: “La literatura infantil y juvenil se fomenta sola; creo que habría que hacer al revés y fomentar la literatura para adultos. Los chicos siempre están leyendo algo, sea por amor a la lectura, por moda o por obligación escolar. Con los grandes no pasa lo mismo. Cada vez que veo en el subte a un adulto con un libro en las manos me dan ganas de aplaudir”.

De Santis como catedrático

Pablo nos cuenta también algunas cosas que le impactaron de la Academia de Letras: “Los retratos que cuelgan en las paredes, que son un melancólico resumen de la historia de la Academia; la extraordinaria biblioteca; las conversaciones eruditas donde el pasado se hace presente. Es un ambiente solemne, pero no de una solemnidad pomposa, sino sobria, austera y extremadamente cordial”.

 

A la pregunta de cómo se siente él como catedrático, contestó: “Yo voy a las reuniones para aprender una gran cantidad de cosas, porque hay especialistas de todas las áreas. Me interesa mucho el modo en que la Academia es un reflejo de la identidad cultural argentina. Además de la actividad de los académicos, hay una biblioteca abierta al público que tiene muchísimas consultas online y un muy activo Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Etimológicas”.

Agradecemos al Prof. Dr. José Luis Moure, presidente de la Academia Argentina de Letras y a Pablo De Santis, por su amabilidad y predisposición para contestar nuestras inquietudes.